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Huella de carbono: qué es y cómo reducirla desde hoy mismo

Eduardo Domínguez Torrent

Tiempo de lectura: 7 minutos

¿Alguna vez te has preguntado cuánta energía se necesita para que un producto llegue a tus manos? ¿O cuánto contribuye tu día a día al cambio climático? La huella de carbono es una forma de medir exactamente eso: el impacto ambiental que generamos con nuestras actividades diarias. 

Aunque pueda sonar técnico, la idea es sencilla. Cada vez que encendemos una luz, arrancamos el coche o compramos un producto, estamos dejando una “marca” que se va acumulando en el planeta. Pero aquí viene la buena noticia: al igual que sumamos, también podemos restar. Reducir nuestra huella de carbono no significa hacer sacrificios extremos, sino tomar decisiones más conscientes. Desde pequeños cambios en nuestros hábitos hasta optar por productos responsables, cada gesto cuenta.

En este artículo te explicaremos qué es la huella de carbono, cómo puedes reducirla y por qué es más importante que nunca formar parte de ese cambio.

huella de carbono que es

Todo el mundo habla de ello, pero… ¿Qué es exactamente la huella de carbono?

En términos simples, la huella de carbono es el total de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono (CO₂), que se emiten directa o indirectamente debido a nuestras acciones. Cada vez que encendemos la luz, usamos el coche, comemos carne o compramos un producto empaquetado en plástico, estamos dejando esta huella en el planeta. Para que te hagas una idea, una persona promedio en Europa genera entre 6 y 10 toneladas de CO₂ al año, mientras que lo ideal sería no superar las 2 toneladas.

Esta diferencia puede parecer abrumadora, pero es posible alcanzar nuestro objetivo. No se trata de sentir culpa, sino de tomar conciencia: conocer tu huella de carbono es el primer paso para reducirla y avanzar hacia una vida más equilibrada con el medio ambiente.

Huella de carbono personal: cómo la generamos y cómo reducirla

Vida sostenible

Tu huella de carbono personal está presente en cada decisión que tomas: desde cómo te transportas hasta lo que comes, y reducirla puede parecer un desafío, pero en realidad está al alcance de cualquiera con pequeños ajustes.

El transporte, por ejemplo, representa una de las mayores fuentes de emisiones individuales con hasta el 25% de las emisiones globales. Cada kilómetro que recorres en coche genera en promedio 120 gramos de CO₂. Imagina el impacto de todos tus trayectos a lo largo del año. Cambiar el coche por caminar, usar bicicleta o transporte público tiene mucho más impacto del que imaginas. Si conducir es imprescindible, optar por vehículos eléctricos o híbridos ayuda a reducir tanto las emisiones como los costes de combustible.

En casa, la energía que consumimos es otra fuente importante de emisiones. Cambios pequeños, como bajar un grado la calefacción en invierno o subir el aire acondicionado en verano, pueden reducir hasta un 7% las emisiones asociadas a la climatización. Apagar luces y desconectar dispositivos en standby, además de cambiar a bombillas LED, también tiene un impacto considerable. Si tienes la posibilidad, cambiar a energías renovables o instalar paneles solares es una de las mejores inversiones que puedes hacer tanto para el planeta como para tu bolsillo.

La alimentación tampoco se queda atrás. La industria alimentaria es responsable de aproximadamente el 30% de las emisiones globales, y los productos de origen animal, como la carne y los lácteos, generan la mayor parte de ellas. Reducir el consumo de carne a unos días a la semana, priorizar alimentos locales y de temporada, y evitar desperdiciar comida son pasos sencillos pero super efectivos.

Huella de carbono de producto: cómo impactan lo que compramos y usamos

Cada producto que compras tiene una "historia invisible" detrás: desde los recursos que se usaron para fabricarlo hasta las emisiones generadas para transportarlo y desecharlo. Conocer ese impacto puede ayudarnos a tomar mejores decisiones como consumidores.

En la fabricación, los procesos industriales consumen grandes cantidades de energía y recursos. Muchos productos requieren calentamiento y enfriamiento durante su producción, lo que incrementa aún más su huella de carbono. Optar por productos con procesos más simples puede reducir este impacto considerablemente.

El transporte de cada producto es otra fuente importante de emisiones. Los productos pesados requieren más combustible para su traslado, lo que genera más CO₂. Por el contrario, los productos ligeros permiten transportar más unidades en un solo viaje, optimizando el uso del combustible y reduciendo las emisiones asociadas.

Productos sostenibles

Finalmente, el embalaje también juega un papel crucial. Los plásticos de un solo uso, utilizados por ejemplo en muchos productos de higiene personal, tienen una huella ambiental significativa, y solo una fracción de ellos llega a reciclarse. Elegir productos con envases reciclables o reutilizables es una manera sencilla de minimizar este impacto y apoyar la economía circular.

Al reflexionar sobre lo que compramos y optar por alternativas más responsables, como productos con procesos de fabricación más limpios o packagings sostenibles, podemos reducir significativamente nuestra huella de carbono.

Por qué es importante reducir la huella de carbono

Reducir la huella de carbono no es solo un acto de responsabilidad ambiental; es una inversión en nuestro futuro. Las emisiones de gases de efecto invernadero están detrás de muchos de los fenómenos extremos que enfrentamos hoy: huracanes más potentes, incendios devastadores y olas de calor sin precedentes. Tomar medidas para reducir estas emisiones es clave para evitar que la situación empeore.

Además, reducir nuestra huella ayuda a conservar recursos esenciales como el agua y los bosques, que son fundamentales para la vida en el planeta. Cada acción cuenta, por pequeña que parezca: elegir productos locales de empresas responsables, apagar las luces cuando no las necesitas o simplemente ser más consciente de tus hábitos diarios pueden parecer pequeños gestos, pero cuando los multiplicamos por millones de personas, el impacto es enorme.

¡Y recuerda, no hace falta ser perfecto para empezar! Si necesitas una motivación extra, ponte en el lugar de las futuras generaciones. Al reducir nuestras emisiones, estamos asegurando que tengan acceso a un planeta habitable y lleno de oportunidades.

Un caso práctico: champú líquido vs. champú en polvo

Tomemos como ejemplo algo que usamos casi todos los días: el champú. ¿Sabías que su huella de carbono puede variar enormemente dependiendo de su formato?

Piensa en las botellas de champú que usas en un año. Si usas una al mes, eso son 12 envases plásticos que probablemente no terminan reciclándose adecuadamente. ¡Y eso que aún no sabes todas las diferencias que tiene su proceso de fabricación, no solamente en el formato de empaquetado!

A continuación vamos a comparar la huella de carbono que implica usar champú líquido y champú en polvo, un excelente ejemplo de cómo una decisión aparentemente pequeña puede marcar una gran diferencia.

Champu sostenible

El champú líquido pasa por varias etapas en su fabricación que consumen una gran cantidad de energía. Para empezar, el agua que contiene debe purificarse mediante un proceso de desionización, que consume entre 3 y 6 kWh por cada 1,000 litros. Después, los ingredientes deben calentarse a unos 70 °C para mezclarse correctamente, un paso que requiere alrededor de 50 kWh por lote. Una vez mezclado, el champú necesita enfriarse para estabilizarse, lo que añade entre 15 y 30 kWh más al consumo energético total. Todo esto sin contar el envasado, que generalmente utiliza plástico de un solo uso, y el transporte, que se complica por el peso del agua en cada botella.

El champú en polvo, en cambio, elimina la mayoría de estos pasos. No requiere desionización ni procesos térmicos, ya que sus ingredientes secos se mezclan en frío, reduciendo el consumo energético drásticamente. Además, su peso es significativamente menor: solo 150 gramos de polvo son suficientes para producir un litro de champú, lo que facilita su transporte, permite mover más unidades por viaje y reduce muchísimo las emisiones de CO₂ asociadas. El envasado también implica una gran diferencia, ya que el champú en polvo se presenta en sobres de papel reciclable, eliminando el uso de plásticos y fomentando la reutilización de envases.

Este ejemplo práctico muestra cómo un cambio en el diseño de un producto puede tener un impacto enorme no solo en su fabricación, sino también en su transporte y su huella de carbono total. Elegir formatos más responsables, como en este caso el champú en polvo, puede parecer un detalle menor, pero al multiplicar este gesto por miles de personas… ¡imagina lo que podemos conseguir!

¿Te animas a dar el primer paso? Haz elecciones más responsables, comparte lo que aprendes con otros y empieza a construir una rutina de impacto positivo. ¡Si empezamos hoy, todos podemos formar parte de la solución!

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